El año pasado tejí el Ella para Caska como regalo de cumpleaños. Le gustó mucho el resultado, pero más me gustó a mi tejerlo así que me empezó a rondar la idea de hacerme uno. Porque chales había tejido unos cuantos, pero ninguno para mi.
Unos meses después, paseando por Milán con Caska, entré en una tienda y me enamoré de unas madejas de cashmere y merinos en color gris perfectas para mi Ella. Así que me tejí el chal y anduve por los Madriles contenta y calentita. Hasta que mi querida madre lo tomó prestado a escondidas e hizo esto:

El asunto no tenía arreglo salvo la quema del chal y de mi madre en una única hoguera. Lo que hice fue meter el estropicio en un cajón y no dirigirle la palabra a mi madre en una semana.
Y contárselo a Caska que, como buena hada madrina, hoy me ha traido la solución al problema:

Tendré que deshacerlo y volver a empezar pero no me importa, ¡es un placer tejerlo!

¡Gracias guapetona!

El paraíso milanés de las tejedoras ;)